miércoles, enero 31

La Moncloa

Como no sabía que vestir, me puse mis mejores galas, mi corbata blanca con topos rosas y me di brillo en los ojos. Cuando llegué a la puerta, un segurata con cara de mala leche me pidió la documentación. Yo le enseñé la carátula de un vídeo de Barrio Sesamo con mi foto, y el tipo comenzó a gritar que si pensaba que él era imbécil. Entonces apareció una señora muy delgada, con pinta de loro y que hablaba muy pero que muy despacio que le dijo al guardia que me dejara pasar. Se presentó como algo de la Vogue y me dijo que ella era también era fan mía, aunque encontraba que la serie era un poco machista, porque se daba una visión estereotipada de la mujer. Se ofreció a salir en algún capítulo, ya que decía que tenía un par de disfraces que quería lucir, uno de danzarina árabe y otro de dominatrix. Le informé que, de momento, ya no colaboraba con Barrio Sésamo, pero que si me daba su currículum se lo pasaría a un par de contactos que aún tengo allí. Me acompañó hasta mi despacho, y allí me dejó.

viernes, enero 26

Asesor de ZP

Mientras paseaba por Madrid, de repente se paró un coche negro, muy grande, y se bajó la ventanilla. Me llamó alguien y me acerqué. Un tipo, que dijo que se llamaba ZP o algo así me preguntó si era Triqui, y cuando le dije que sí, me invitó a subir. Me estuvo contando que era un admirador mío, que le gustaba mi talante, y que yo era un ente (me llamó así) que seguro que entendía su proyecto de alianza entre nosequé, porque yo sería una gran prueba del amor por la diversidad de su gobierno. Antes de llegar a mi hotel, dónde me dejó, me había nombrado asesor suyo, y me pidió que estuviera a las ocho de la mañana del día siguiente en un sitio que se llama La Moncloa.

lunes, enero 22

Cibeles

Tras dejarme en Cibeles me di un paseo hasta la plaza de Neptuno. Allí vi a un montón de gente haciendo cola y pregunté si regalaban algo. Me dijeron que no, que era la iglesia de nosequé de Medinaceli y que eran devotos. Vi enfrente un bar que se llamaba Cervantes, entré y descubrí el paraíso. Me metí tres cañas muy bien tiradas y una docena de tostadas con setas y gambas. No son tan ricas como mis bien amadas Artinata, pero me pareció exótico y rico. Luego fui a un paquistaní que había un poco más abajo y me compré diez paquetes de Príncipe, que el chocolate me va bien para el cutis.

viernes, enero 19

Explicación

Gustavo-a me confesó que ahora vivía en Madrid, porque su compañero Tony Rabone (el heredero natural de Nacho Vidal) había montado una productora de porno, que se había convertido en la más importante de España. Y que iban por la Casa de Campo en busca de “material” para una nueva colección de pelis pornos que se iba a llamar “Guarras por dinero”. Tony aseguró que “las chicas que trabajan aquí son realmente baratas, y se dejan hacer cualquier cosa delante de una cámara”. Me invitaron a cenar con ellos en su mansión de La Moraleja. Pero como conozco a Gustavo-a, y me miraba con ojos viciosillos, sé que lo que quería es montarse un trío. Y preferí no arriesgarme a recibir el kilo y medio de carne en barra de Tony dentro de mi cuerpo. Les pedí que me llevaran al centro, y me dejaron en Cibeles. Pero percibí en la mirada de Gustavo-a qué esa no sería la última vez que la vería.

martes, enero 16

Reencuentro

¡Diablos! El conductor del vehículo era Tony Rabone, el maromo de Gustavo-a. Y él/ella estaba en el asiento de atrás. Me miró con ojos tiernos y me dijo que me echaba de menos, y que ese encuentro era un giro del destino. Yo no me podía creer lo que estaba viviendo, y me preocupé cuando vi que la bragueta del tipo estaba a punto de reventar. Y lo que había allí dentro no era para tomárselo en broma. Por suerte, vi que a quien miraba de reojo era a la puta rana, no a mí, así que me tranquilicé. Entonces vino una pregunta a mi mente: ¿Qué carajo hacían ellos allí?

viernes, enero 12

500 euros

Cuando salí del container se paró al lado mío un BMW bastante lujoso, y un tipo me dijo: “Guapo, que azul tan intento. Te pago 500 euros por una mamada”. Me quedé perplejo, pero pensé que esa pasta era el equivalente a unas diez mil galletas María, y acepté en el acto. El “cliente” quedó satisfecho, y me dio un llavero de una empresa de seguros de regalo. Pero cuando salí del coche se me acercaron diez señoritas de la vida de piel oscura y empezaron a tirarme piedras y a gritar que me largara de allí, que era su zona y que los chaperos se ponían en la otra punta del parque. Me escapé gracias a que paró un todoterreno y el dueño me abrió la puerta...

martes, enero 9

Retiro’s paradise

Decidí pasear por el Retiro. Tras competir con los patos para que los niños me echaran a mí las migas de sus galletas, me fui a un bar de este parque madrileño para tomarme una Coca-Cola. Un camarero con cara de amargado me sirvió una Pepsi-chung, y me argumentó que “es lo que hay, y si no te gusta, aire, que sobra faena y son pocas las ganas de currar”. Rechacé su ofrecimiento, pedí el libro de reclamaciones, me dio con la bandeja en la cabeza y esta vez desperté dentro de un container, en plena Casa de Campo, en medio de la zona de las putas sub-saharianas.

jueves, enero 4

Auto-stop

Tras hacer auto-estop durante media hora, un amable camionero, de nombre Lolo, se ofreció para llevarme de vuelta a Madrid. El hombre no parecía muy rudo, de hecho hablaba muy suave y agradablemente, y se empeñó en hablarme de armarios y en algo que se llama Chueca, y que no sé muy bien que es. Tras ofrecerme unas Fontaneda, me dormí, y me desperté tumbado en un banco en el Retiro y con un gran escozor en el culo. No volveré a comer esta marca de galletas, no le sienta bien a mi aparato digestivo.

El Valle de los Caídos (y III)

Tras ser expulsados del recinto. Adolfo y José Antonio empezaron a hablar de cómo se habían emocionado a ver la tumba de quien había salvado a España de comunistas, masones, ateos y maricones, y a jurar venganza contra un tal ZP, que por lo que entendí era primo de Sadam Hussein y hermano de puta de Lenin, Stalin y Belcebú. En el viaje de vuelta, aproveché que pararon para echar gasolina para esconderme en el lavabo y escaquearme. Estos dos están un poco locos, y mejor poner tierra de por medio. Una hora después, y tras escuchar los insultos de una docena de camioneros que fueron aporreando de uno en uno la puerta, salí. Ya se habían ido, compré una docena de paquetes de Artinata con mi VISA Chiquilín, e hice auto-stop...

lunes, enero 1

El Valle de los Caídos (II)

No me gustó nada el Valle de los Caídos. Es muy grande y lóbrego, y no hay máquinas que vendan galletitas. Cuando entramos Adolfo y José Antonio levantaron el brazo emocionados, y cuando llegaron delante de una gran baldosa en el suelo con una inscripción, en la que había un ramo de flores, se tiraron al suelo a llorar. Vinieron dos conserjes y los echaron a capones del recinto mientras mis amigos gritaban “rojos de mierda, fuera vuestros abyectos cuerpos del tempo de nuestro Caudillo”. No entendí nada, pero un par de chavales me reconocieron y me dieron parte de sus Príncipe (de Beukelaer), y así se me endulzó el mal trago. Un señor manco y cojo, con un parche en el ojo, me guiñó el ojo bueno mientras me señalaba con su otra mano una medalla militar que llevaba. Antes de pegársela contra una columna me dijo “camarada, los caballeros legionarios admiramos tu color azul”. Sigo sin entender nada...