lunes, enero 22

Cibeles

Tras dejarme en Cibeles me di un paseo hasta la plaza de Neptuno. Allí vi a un montón de gente haciendo cola y pregunté si regalaban algo. Me dijeron que no, que era la iglesia de nosequé de Medinaceli y que eran devotos. Vi enfrente un bar que se llamaba Cervantes, entré y descubrí el paraíso. Me metí tres cañas muy bien tiradas y una docena de tostadas con setas y gambas. No son tan ricas como mis bien amadas Artinata, pero me pareció exótico y rico. Luego fui a un paquistaní que había un poco más abajo y me compré diez paquetes de Príncipe, que el chocolate me va bien para el cutis.