viernes, diciembre 29

El Valle de los Caídos (I)

Adolfo consiguió “engañarme” para que fuera al Valle de los Caídos, a cambio de invitarme a una ración generosa de galletas. Y cumplió con su palabra, mientras íbamos en el coche de su amigo José Antonio hacia este monumento, me atiborraron de ricas María y abrieron un par de surtidos Cuétara para mí. Me extraño que Adolfo y José Antonio loaran continuamente mi color azul, y que dijeran que me envidiaban mucho. La verdad es que José estaba muy elegante con su polo con la inscripción “Ni rojos, ni masones, Blas Piñar con dos cojones”, aunque no sé quien es ese Blas. Adolfo llevaba un forro polar de color butano que ponía “Soy repartidor de Zyklon B”. Me gusta el Seat 1500, y José está orgulloso de su vehículo: “Ya no se hacen máquinas así, me he gastado una pasta en tunearlo, pero es un auténtico coche español”. Esto es lo que dice continuamente. Cuando se abre cualquier puerta suena un curioso himno que se llama el “Cara a la Luna”, o algo así, y está pintado con tres franjas, dos rojas y una en medio de color amarillo. Tiene dos alerones con el careto pintado de un tal “Caudillo” y un tal “Primo de algo”. Es un poco trasto, pero es cómodo y tiene encanto.