jueves, enero 4

Auto-stop

Tras hacer auto-estop durante media hora, un amable camionero, de nombre Lolo, se ofreció para llevarme de vuelta a Madrid. El hombre no parecía muy rudo, de hecho hablaba muy suave y agradablemente, y se empeñó en hablarme de armarios y en algo que se llama Chueca, y que no sé muy bien que es. Tras ofrecerme unas Fontaneda, me dormí, y me desperté tumbado en un banco en el Retiro y con un gran escozor en el culo. No volveré a comer esta marca de galletas, no le sienta bien a mi aparato digestivo.