miércoles, febrero 28

Las galletas de las monjas

No sé que tienen las galletas que fabrican las monjas, las que me pasa Acebes, pero me tienen enganchado. Hago todo lo que Ángel desea, sólo por la recompensa de devorar una caja de este manjar divino. Me dejo meter mano, voy a las manifestaciones de algo que se llama AVT, reparto banderas rojigualdas a las puerta de los colegios, voy a misa cada día, doy catequesis a niños magrebís. Estoy realmente preocupado, porque he perdido el control. Las galletas me gustan mucho, pero éstas son realmente especiales. Acebes, ¿cómo no te conocí mucho antes?

martes, febrero 20

Calle Génova

Acebes me cita en su despacho de la calle Génova. Nada más entrar me dice “me he enterado que ZP te ha dado puerta. Aquí tenemos sitio para gente como tú, que crea en un proyecto para regenerar España”. Le hago notar que soy norteamericano y se pone a llorar de emoción mientras gritaba, “¡Qué bonito! Me gusta América. Me gustan las hamburguesas, las Azores, las botas tejanas, la universidad de Georgetown. Has de estar con nosotros”. Dudo, porque ya estoy harto de los políticos españoles, pero en ese momento entro su secretaria con una bandeja con café y galletas. Y eran las mejores que he comido nunca. “Come, come, Triqui, son de unas monjas de Ávila. Si aceptas mi oferta, nunca te faltarán”. Diablos, soy un yonqui de las galletas, porque dije que sí sin dudarlo un minuto.

martes, febrero 13

ZP me felicita

“No sé como lo has hecho, pero estos del PP han quedado encantados contigo”. Me ha felicitado y me ha dicho que me iba a mandar ahora a Bilbao, a hablar con un tipo que tiene terneras o algo así. Me he negado, porque estoy muy bien en Madrid. Se ha cabreado y ha hecho venir a un tal Rubalcaba para que me convenciera. Cuando le he visto el careto me he ido cagando leches y no me ha detenido ni el cretino de la centralita. ¡Qué poco me duran las amistades en Madrid! Cuando estoy en la calle, veo en mi móvil que Acebes me llama. ¿Cómo habrá conseguido mi móvil?

martes, febrero 6

Mi cita con Acebes

Cuando llego al restaurante y el camarero me acompaña a la mesa del tal Acebes veo que el susodicho me mira con ojos desorbitados. “Bonito color el de su piel”, me dice. No entiendo la fascinación que mi pelaje y mi piel tiene entre algunos residentes en Madrid, pero le agradezco el cumplido. No recuerdo mucho de la conversación, sólo sé que al final acabamos vaciando tres botellas de orujo, cantando la canción del “mana mana” y el himno de algo que se llama la Legión, y Acebes me promete que me enviará cinco cajas de galletas de Ávila. No sé si he conseguido lo que ZP quería...

viernes, febrero 2

ZP me llama

En un cajón de mi despacho veo un surtido Cuétara, detalle de ZP. Me lo zampo en unos segundos y pienso “que gran tipo”. Suena el teléfono: es mi nuevo jefe, que me pide que vaya a su despacho. Voy y me pide un favor: que me reúna con un tal Acebes, para ver si puedo conseguir que afloje la presión sobre el Gobierno. No entiendo nada, pero acepto la orden de mi jefe. Mi secretaria me pide una cita con ese tipo, y quedamos en un restaurante discreto del centro de Madrid.